He creado mi propio Aleph y el mundo aún no lo sabe. Lo descubrí por casualidad, como una especie de acto divino. Me llevó más de diez años pulirlo, y sólo le falta un pequeño ajuste.
No me importa si alguien piensa que estoy loco. Él sabe defenderse solo; se nutre de las críticas, de los elogios y de las burlas. Se retroalimenta de la gente; abarca toda la luz y todos los lugares; tiene autonomía propia y se reinventa a diario sin mi ayuda.
Tengo la sospecha de que ya no me necesita, de que no me tiene en cuenta, de que me pasa por alto todo el tiempo.
Creo que ya es hora de empezar a destruirlo.