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El asesino

Siempre fui un asesino. Mataba hormigas todo el día, y cualquier otro insecto que osara pasar a mi casa. Mataba mi sueño con relojes. Compraba gas y me mataba de risa. Una vez el verbo “amar” se filtro entre mis vísceras, pero también termine con él y con ellas. En el hospital no me dejaron matar nada, ni los malos recuerdos, ni siquiera mi sed, NADA. Hoy ellos creen que estoy curado, solo porque me quitaron el sueño, el habla, el alma, los brazos, la vida. Pero compré un televisor, y ahora mato el tiempo.

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